Historia de la Morfopsicología (1 de 3)

De la Antigüedad a Descartes

Es de la Antingüedad, entre las grandes preguntas que han inquietado a los sabios, está la siguiente: ¿qué es el hombre? Según suele interpretarse, esta pregunta está comprendida en el aforismo griego “Conócete a ti mismo” (gnóthi seautón, inscrito en el templo de Apolo de Delfos). Conocerse uno mismo sería, por extensión, lo mismo que intentar conocer la conducta humana, la moral y el pensamiento.

El hombre visto como un todo en la Antigüedad

En la Antigüedad el hombre es visto siempre desde una visión sintética, como un global, e integrado en la naturaleza. Para llegar al conocimiento del hecho humano, se ha tendido a reducir la infinita diversidad de los individuos a unos pocos “tipos humanos” con rasgos comunes. Ésto nace del intento de objetivar el conocimiento de lo humano en una ciencia de “caracteres”.

En la medicina de Hipócrates (y Galeno), con su Doctrina de los cuatro temperamentos, se establecen cuatro distintos tipos (nervioso/melancólico, bilioso/colérico, sanguíneo y limfático). Hipócrates afirma que los pensamientos, las ideas y los sentimientos –que, según él, se originan en el cerebro– pueden influir en la curación y en la evolución de la enfermedad.

La Doctrina de los tipos planetarios vincula la vida de los hombres con el movimiento de los planetas y estipula una caracterización facial con un carácter.

Descartes separa el hombre el hombre de su cuerpo

Es en los tiempos modernos, poco a poco se va perdiendo esta visión del carácter sintético de la naturaleza humana. Siguiendo las enseñanzas de Descartes, se llega, en pro de una mayor claridad científica, a separar el hombre de la mayor parte de sus condicionamientos vitales. El hombre es separado de la naturaleza para estudiarlo aislado, a la vez que se fractura su estudio (el alma para la psicología y el cuerpo para biólogos y médicos).