Podemos ver que no todos los rostros evolucionan del mismo modo, en su parte anterior y su parte posterior. Hagamos como hicieron los fisiognomistas Polty y Gary a comienzos del siglo XX, y pongamos una cruz en el perfil del rostro, el eje de la cual se encuentra en el agujero de la oreja y que divida el rostro de perfil en zonas.
Parte delantera (E): se corresponde con las capacidades activas y a las fuerzas de expansión. Representa la parte del rostro que está insertada en el ambiente, puesto que tiene el receptores sensoriales que sirven de punto de intercambio con éste. Indica cuál es la parte de las fuerzas del sujeto que intervienen en la acción.
Parte trasera (F): se corresponde a las capacidades pasivas y receptivas. Representan la parte insconsciente de la personalidad, donde se almacena pasivamente la imaginación y el instinto.
Así, nos salen cuatro cuadrantes:
- A : Actividad cerebral
- B : Receptividad imaginativa
- C : Actividad física
- D : Receptividad instintiva
Así pues, diríamos que el primer perfil se correspondería al de una persona en que el pensamiento consciente tiene un peso muy importante y el segundo perfil se correspondería a un hombre de acción. En los adultos, lo más habitual es que la parte del delante (E) represente 2/3 del total y la posterior (F) sea 1/3. Si esta no se la relación que se da en un sujeto, hay que sacar conclusiones.
En los niños, en cambio, la relación habitual entre E y F es de 50% para cada una de las partes. De aquí en deducimos que, en este periodo de la vida, predomina la receptividad cerebral. Es decir, que los niños aprenden predominantemente pasivamente, más por el que se los explica, almacenando datos al inconsciente, lo que precede y condicionará la actividad del pensamiento en el futuro.
CORMAN, Louis, Viso e carattere, Roma, Ed. Mediterranee, 2003, pp. 40-42.
SPINETTA, Jean, La cara, reflejo del alma, Barcelona, Editorial Iberia, 1992, pp. 42-44. Les primeres il·lustracions estan extretes d’aquest llibre.
