La tonicidad es el grado de actividad de las funciones vitales. En el curso de nuestro crecimiento asistimos a un cambio progresivo de la atonía del recién nacido a la tonicidad. Esta última tiene lugar, de hecho, siempre más fuerte a medida que se estabilizan las funciones vitales.Louis Corman (1)
Así pues, si tonicidad se corresponde con actividad, atonía sería lo contrario, la falta de actividad del individuo, es decir la pasividad y la receptividad. El tono de una persona determina su actitud ante la vida, si ésta será activa o pasiva. Si será capaz de defenderse de las influencias nocivas del ambiente o si, por el contrario, las absorverá sin filtrarlas, llegando a ponerse en peligro a si mismo. Cuando hablamos de influencias nocivas nos referimos, por ejemplo, a lo que comemos –si no discriminamos lo que nos puede afectar la salud– como de las personas de quienes nos rodeamos –que nos podamos dejar arrastrar por malas compañías–, entre muchos otros factores.
Pero, como casi todo en la Morfopsicología, todo el que, en una primera impresión nos podría parecer negativo, también tiene su vertiente positiva, y viceversa. Una atonía armoniosa aporta paciencia y capacidad para la contemplación de la vida. Una tonicidad excesiva está totalmente falta de receptividad y de paciencia. Hay que decir, pues, que existen muchos grados diferentes de tonicidad, y que el individuo, como siempre, lo tenemos que analizar sintéticamente para saber qué le aporta psicológicamente un grado u otro. Lo que sí que tenemos que considerar, en culaquier caso como negativo, son los valores extremos.
(1) CORMAN, Louis, Viso e carattere, Ed. Mediterranee, 2003, p. 31.
Las imágenes han sido extraídas del libro (1), p. 35